jueves, 28 de octubre de 2010

Exposición Moctezuma II en el Templo Mayor

La vi anunciada el primer día que puse el pie en México, en el centro de información del aeropuerto de esta inmensa capital. Desde ese momento la puse en mi agenda y vi con temor pasar los meses sin encontrar tiempo para visitarla. Por fin encontré la ocasión, aprovechando la visita de una mexicana afincada en Mallorca y juntas nos fuimos al Zócalo. La muestra se exhibe junto a lo que sobrevive de la gran Tenochtitlán, piedras que vieron sonreír al emperador Moctezuma. Conscientes de que nuestro conocimiento de la historia prehispánica es pobre todavía, tomamos una audioguía y juntas fuimos escuchando los textos que pretenden acompañar a las piezas. La idea era que escuchase una y se lo fuese repitiendo a la otra, pero al cabo de un rato desistí, mi enfado era superior al gozo de aprender. Tenía ante mí unas obras maravillosas de los mexicas, cuya contemplación me permitía evocar el esplendor y la idiosincrasia de sus artistas, y no quería estropearlo con explicaciones empañadas de prejuicios centenarios. Es la única pega que le veo a la exposición.

Es preferible que uno se acerque a la escultura o al objeto sin condicionamientos, leyendo los cuatro datos de la explicación escrita e imagine la vida y el sentir de este pueblo. El tocado de Moctezuma (una reconstrucción) es realmente impactante por su tamaño y su colorido. También me resultó muy sugerente la escultura del guerrero jaguar, pues vemos con frecuencias las que representan a los guerreros águilas, pero esta otra no se ve tanto. Por último, no dejéis de contemplar con detalla la monolítica imagen de la diosa madre, Tlaltecuhtli. El simbolismo podría llevarnos mucho tiempo y espacio así que me limitaré a comentar que como madre, rige la vida pero también la muerte, pues a la vez que gesta a los nuevos seres los acoge cuando su ciclo concluye. De ahí los símbolos que ostenta. De su boca brota el agua de vida, pues ella representa el misterio de la existencia vital que nos anima.

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