Monumento a Dante en la plaza Santa Croce de Florencia, 1865
El Misterio se
enamora de un hombre cuando su genio trasciende los siglos, y a ti, Dante
Alighieri, te amó con la fuerza del tiempo y el poder de los himnos.
Tu alzada mirada a
los cielos te aleja de esta tierra de enanos. Siguiendo una estela te guía, a
lomos del águila, más allá de la noche y de las rotas palabras en tu obra
apresadas.
¿Qué nobles regiones ha visto tu mente profunda y arcana? ¿Qué
bellos paisajes quemaron tus ojos de anhelos? ¿Qué gritos de lágrimas bañaron
tu espíritu en los hondos Infiernos? ¿Qué tierna esperanza te condujo de nuevo
a lo alto, a la luz, al Enigma perpetuo?
Tú que has servido
con ansia al gran Eros; tú que has sabido amar con el ímpetu de la
inmortalidad; tú que has muerto entregado a tu amada, esa Beatriz luminosa que
no conocieron los ojos mortales… dime… dime la fórmula mágica, la metáfora que
transforma el silencio del alma en poesía divina y celeste.
Señor de los versos
que narran secretos, tu canto resuena en los libros cerrados y en los hombres
despiertos. Deseaste alumbrar el camino de un futuro lejano, la senda que
apenas vislumbran los ánimos nuevos, la ruta que eleva al Empíreo, donde
aguarda la Vida, donde espera lo eterno.
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