En busca del vuelo perdido, foto de Naty durante el día de su vuelo perdido |
A veces el día se desenfoca: tienes dos teléfonos y ambos deciden morirse la misma mañana y dejarte a la deriva comunicativa (uno es Iphone y otro Android, para que no tomen partido). Sin embargo, no es una mañana cualquiera, pues te has levantado tempranísimo (en contra de tus creencias) para volar al aeropuerto e iniciar un esperado viaje... Crees que vas a llevar bien lo de ir sin móvil hasta que te encuentras la Ronda Literal barcelonesa a punto de desbordarse (ahora ya sabes por qué hay tanto sitio para aparcar a estas horas de la mañana: están todos de fiesta en la autopista). Aún así tienes esperanzas, has salido con tiempo para factores x, un buen samaritano te cede el paso y consigues llegar a la terminal de salidas. Corres, pides permiso para saltarte la cola, te quitas las botas, te las pones, le guiñas el ojo al de seguridad y vuelves a correr. Por fin, a lo lejos, ves la puerta ¡aún hay gente! Corres, corres, corres... ¡el avión sigue ahí!... pero la puerta está cerrada, y no hay nada más que hablar. Lloras, cuentas tus penas a la gentil azafata entrenada para seguir sonriendo mientras dice la temida palabra "¡No!"
Te resignas. A fin de cuentas no eres un bucanero y no hay opción de abordar el navío alado, te sacarían por la borda en un plis plas. Así que te encaminas hacia una butaca, intentas comprar un nuevo vuelo y, tras un sinfín de inconvenientes más con los que no quiero aburrirles, terminas consiguiendo otro para ¡¡10 horas después!!! Esto es el fin. Diez largas horas en la T1, sin mucho dinero para aprovechar las rebajas y con el síndrome del día nefasto.
A todo esto, con tales desmanes, ni siquiera tuviste oportunidad de desayunar. Han pasado cuatro horas de aventura y es el momento de montar un campamento y ver cómo le damos la vuelta a la fortuna. Cuando ya estás instalado en una mesa, ¡apagón en el aeropuerto! ¿En serio pasan estas cosas? Decides que es una buena oportunidad para charlar con tu amiga más reciente: la cámara fotográfica. Sin embargo, ella está como tú, y no le funcionan todos los botones. Son las complejidades de los primeros pasos con cámara réflex. Así que en un alarde de optimismo te alías con el destino y decides experimentar algo que va en contra de tu tendencia natural: vamos a desenfocar las fotos... Y lo que parecía una fórmula desestresante se convierte de pronto en una experiencia estética, en un juego de significados, en un diálogo con formas amorfas que hablan sin decir imágenes.
Naty Sánchez Ortega
Desayuno con apagón, foto de Naty Sánchez tomada el día de su vuelo perdido |
Ventanales de Sombras, Naty Sánchez durante el día de su vuelo perdido. |
Lectura urbana, foto de Naty Sánchez tomada el día de su vuelo perdido |
Es mediodía, voy a intentar comer sin incidentes y plantarme delante de la puerta de embarque. Lejos del tráfico, rotos los móviles y pagado el desayuno, espero que nada más se interponga hoy entre mi destino y yo. ⇄